Estados Unidos y Rusia en el tablero de Medio Oriente

El pasado 15 de julio el presidente norteamericano Joseph Biden realizó una visita estratégica a los países que él mismo definió, en una carta pública, como aliados históricos y estratégicos en Medio Oriente. Apenas unos días más tarde, su par ruso, Valdimir Putin, estuvo en Teherán para participar en una reunión junto con los mandatarios de Turquía y del país anfitrión. La presencia de los mandatarios de dos potencias que se disputan áreas de influencias cruciales del planeta señala la importancia de la región en un contexto de crisis energética que afecta, especialmente, a Europa.

Internacionales 02 de septiembre de 2022 lahoradensatanfe lahoradensatanfe

El conflicto en Ucrania y las repercusiones regionales


La “independencia energética” tan ansiada por Estados Unidos y la retirada parcial de sus fuerzas militares de Medio Oriente llevaron  a algunos analistas a plantear la pérdida de valor geoestratégico de la región. Sin embargo, el conflicto desatado en Ucrania obligó a revisar algunas lecturas apresuradas.
La rápida respuesta anti-rusa de los gobiernos europeos aliados de Estados Unidos los obligó a asumir duras consecuencias en materia de abastecimiento de energía. El precio del gas y la luz afectó a la población europea de tal  manera que los gobiernos tuvieron que pedir a la población gestos de “valor”  para “pagar el precio” de la defensa de la libertad, como lo hiciera hace unos días el propio mandatario francés. Como señalan ya algunos bancos europeos, el impacto del conflicto en Ucrania irá mucho más allá del aumento de los costos del gas, la luz y los combustibles, y se prevé una inevitable recesión para lo que se conoce como la Eurozona (los 19 estados que tienen al euro como moneda).
Estados Unidos entendió que, si aspira a mantener en el tiempo las medidas anti rusas con al apoyo de sus aliados europeos, debe facilitar canales de provisión de la energía que dejará de recibir Europa desde Rusia y sus aliados. Medio Oriente es la gran apuesta de Biden para garantizar el aprovisionamiento de las necesidades energéticas de Europa y para ello apela, en primer lugar, a los aliados árabes  históricos con los que cuenta Estados Unidos en la zona (Arabia Saudita, y las monarquías petroleras del Golfo Pérsico).

El obstáculo más importante en esta empresa han sido las propias declaraciones del presidente estadounidense previas a la guerra en Ucrania, donde manifestó públicamente su interés en convertir a Arabia Saudita en un estado “paria” en el sistema internacional a raíz de las violaciones sistemáticas de los derechos humanos que se producen en el Reino y, especialmente, luego de que se conociese el rol de las fuerzas de seguridad saudíes en el asesinato y descuartizamiento del periodista Yamal Ajmad Jashogy en la embajada saudí en Turquía en 2018.
El propio Biden tuvo que explicar a través de una carta publicada en The Washington Post  la necesidad en materia de intereses estratégicos de Estados Unidos, de reforzar con su visita las relaciones entre su país y la monarquía saudí para estar en mejores condiciones de enfrentar a Rusia y China en el escenario global. El conflicto en Ucrania transformó a Arabia Saudita, a los ojos de Biden, de estado “paria” a aliado estratégico con el que Estados Unidos ha estado trabajando, como sostiene el propio mandatario estadounidense, “desde hace 80 años”.


Sanciones y reordenamientos

Rusia, por su parte, decidió fortalecer los lazos económicos y militares con actores regionales con los que ya mantiene buenas relaciones, como la República Islámica de Irán y la República Árabe Siria, mientras genera espacios de trabajo y coordinación con otros estados que disputan hegemonía regional, como Turquía,  pero mantienen sus distancias con las políticas que encarna Vladimir Putin.
La reunión mantenida el pasado 19 de julio en Teherán entre el presidente ruso Vladimir Putin, su par iraní Ebrahim Raisi, y el presidente turco  Recep Tayyip Erdogan, puso de manifiesto el complejo entramado de alianzas y canales de trabajos conjuntos que existen en la zona. La relación entre Rusia e Irán no es nueva y sus fuerzas militares ya han trabajado juntas en escenarios como el sirio. Incluso se ha hablado de la posible compra de drones militares iraníes por parte del gobierno ruso para ser utilizados en el escenario ucraniano.
Pero la presencia de Turquía en la reunión de Teherán es un indicador del peso que ha conseguido este país euro-asiático en el escenario internacional, obligando incluso a sus aliados en la OTAN y a los países europeos centrales a atender sus demandas, como sucedió con las compensaciones económicas obtenidas a raíz de la crisis de los migrantes sirios y con la aceptación de las condiciones exigidas por Ankara para admitir a Finlandia y Suecia dentro de la OTAN.

Turquía ha conseguido incluso sellar un acuerdo entre Rusia y Ucrania, mediado por Naciones Unidas, para permitir la exportación de grano ucraniano, proceso que será monitoreado por el Centro de Coordinación Conjunto (con representantes ucranianos, rusos, turcos y de Naciones Unidas) creado en Estambul y que trabajará bajo la dirección de un almirante turco.
Pero el conflicto en Europa ha aumentado la presión y las expectativas depositadas en otros espacios de negociación que tienen que ver con la provisión de energía que tienen a Estados Unidos e Irán como principales protagonistas.
Mucho se ha hablado sobre la posibilidad de que Estados Unidos, ya bajo la administración Biden, retomara los compromisos que Donald Trump desconoció en 2018 al abandonar de manera unilateral el Plan de Acción Integral Conjunto, firmado en 2015 por Irán, China, Francia, Rusia, Reino Unido, Estados Unidos y  Alemania con el fin de monitorear el desarrollo nuclear iraní a cambio del levantamiento de sanciones económicas contra la República Islámica. Las primeras dilaciones del mandatario norteamericano parecen haber dado lugar a importantes avances debido, fundamentalmente, a la presión de los socios europeos, ansiosos por habilitar una nueva línea de aprovisionamiento energético. Como sostienen analistas cercanos a los negociadores, hoy estamos más cerca que nunca del restablecimiento del llamado “acuerdo nuclear” y eso se debe, en buena medida, a los tiempos que impone el desarrollo del conflicto en Ucrania.
Si bien queda por ver de qué manera los otros estados de la región consiguen aprovechar esta coyuntura particular abierta el 24 de febrero de este año y cómo se desarrollan los acontecimientos en escenarios de disputa relacionados con la extracción de gas y petróleo como Siria (la zona con presencia estadounidense) y Líbano (la zona marítima en disputa con Israel), no quedan dudas que Medio Oriente  sigue siendo un espacio clave para entender las dinámicas geopolíticas globales.

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