Vivos o Muertos.

Cultura 29 de agosto de 2022 Estrella Mattia

Efemérides fuera de agenda

Libres o muertos, jamás esclavos

Por Prof. Lic. Estrella Mattia (1)

     Dice Isabel Piper (2009) que “Me gusta pensar la memoria como una práctica de resistencia, como un acto de subversión. Pero no porque ésta implique recordar aquello que las versiones oficiales de la historia niegan, ni tampoco por el efecto normativo de relatar y señalar aquello que no debería volver a ocurrir; sino porque la memoria y sus políticas constituyen un campo de conflicto donde lo que está en pugna no son sólo las interpretaciones del pasado, sino los significados de lo que somos como sociedad y de nuestros futuros posibles”. (Vinyes, 2009:151)  

     Así, y en acuerdo con lo expresado por la prestigiosa psicóloga social chilena, resulta pertinente recuperar desde el presente, el episodio sucedido en la base Aero naval Almirante Zar situada a 7 kilómetros al norte del centro de la ciudad de Trelew en la provincia de Chubut, el 22 de agosto de 1972. Sin dudas, recordar es un acto de comprensión y creación de sentido, lo que implica que el pasado siempre está allí, esperando ser interpelado para intentar interpretar y otorgar sentido y significación a los acontecimientos actuales. 

     En ese año gobernaba la República Argentina, el General Alejandro Agustín Lanusse. Fue el tercer presidente del gobierno de facto que se autodesignó como “Revolución Argentina” y que había comenzado en 1966 con el derrocamiento de presidente constitucional Arturo Illia. Este militar, ungido en jefe del poder ejecutivo se había comprometido a llamar a elecciones sin restricciones y liberalizar el régimen, pero al mismo tiempo, aumentar las acciones represivas contra los grupos armados revolucionarios de entonces: el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), Las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) y Montoneros. En este sentido, en junio de 1971 promulgo la Ley de Represión del Terrorismo. El peronismo estaba proscripto. Perón permanecía en el exilio, aunque su omnipresencia hacia cada vez más complicado gobernar sin que mediara la posibilidad de negociar su retorno. 

     El plan de gobierno de Lanusse, “llegó demasiado tarde para romper el cerco tendido por la acumulación de errores militares y la paciente articulación de demandas de todo tipo por parte del peronismo. El empuje inicial que imprimió a su gestión pronto se fue debilitando. Además, tuvo que lidiar con el mal humor castrense provocado por una violencia que el gobierno no podía reprimir más duramente sin correr el riesgo de concitar el apoyo de amplios sectores sociales hacia la guerrilla (…). A mayor represión correspondía mayor resistencia y mayor prestigio de los rebeldes en la sociedad frente a un régimen que parecía ser el responsable de todos los males. Crecía en los cuarteles la impresión de que es estaba perdiendo la guerra, de que Lanusse era demasiado tibio y liberal, y de que era necesario volver a la mano dura. Una opinión que permitió a los sobredimensionados aparatos de inteligencia de las Fuerzas Armadas y de seguridad operar cada vez más autónomamente. (Novaro, 2021:118) 

     En este contexto y frente a estas circunstancias, no resultó extraño que durante este periodo la cárcel de Rawson se transformase, con la anuencia del gobierno, en el lugar estratégicamente elegido por su ubicación geográfica (aislada entre el océano Atlántico y el desierto patagónico) para recluir a presos políticos en cuatro de sus ocho pabellones. Allí estuvieron detenidos dirigentes sindicales, miembros de las distintas organizaciones armadas y líderes estudiantiles. Los primeros presos arribaron en marzo de 1971 y para abril del año siguiente ya sumaban alrededor de doscientos. 

     Durante meses una importante cantidad de presos planificaron el copamiento del penal y luego la fuga. Se constituyeron grupos operativos y se formó el comando unificado. Ricardo Haidar recordaba que “El día de la operación dejaron de funcionar todos los grupos organizadores y se funcionó de acuerdo con la estructura operativa, en la cual no había diferencias de organizadores de la M o de la R o del ERP. Había solo un gran conjunto de compañeros que funcionaban orgánicamente en virtud de un objetivo. En ese sentido, no había ningún tipo de diferencias. Frente al enemigo, tenían que estar unidos”. (Urondo,2022: 50).

     El 15 de agosto de 1972 por la tarde se concretó el copamiento que duró entre diez y quince minutos. María Antonia Berger afirmó en su testimonio que “fue un copamiento por zonas, a medida que se avanzaba se iban controlando las zonas. Es decir, se tomaba un centro y todo lo que dependía directamente de él. Como ser: cocina, enfermería, biblioteca y una puerta quedaba hacia los pasillos al fondo, para llegar después al centro neurálgico, que era rodo el pasillo de dirección donde estaban todas las oficinas y sobre todo la sala de armas”. (Urondo, 2022:55)   

     Luego se prepararon para la evasión. Berger siempre estuvo convencida que “Salió todo como se esperaba, salvo la parte de los vehículos, de la retirada, donde nos faltaron los vehículos, eso determinó la cantidad de compañeros que se fueron en un primer momento”. (Urondo, 2022:57). 

     Aquel día de invierno, en ese inhóspito territorio del sur, ciento treinta hombres y mujeres organizados intentaron fugarse de uno de los penales de máxima seguridad del país. Aspiraban a convertir esa acción en una hazaña colectiva. Uno de los presos políticos evadidos, que logró escapar, Fernando Vaca Narvaja líder de la agrupación Montoneros cuando se refirió a ese momento indicó que “hubo una convicción, un uso correcto del efecto sorpresa. Los militares no esperaban que la fuga viniera de adentro hacia afuera; un alto conocimiento de cómo se comportaba el enemigo en cada rincón y cada movimiento dentro del penal gracias al compromiso de cada uno de los 130 compañeros. Los militares consideraban que, con el aislamiento geográfico, el control militar y el supuesto aislamiento político lograrían desmovilizarnos…”. (Frugoni y Vaca Narvaja, 2002: 145)

     Sin embargo, el operativo fracaso. Se produjo confusión entre los organizadores de la fuga y los choferes de los vehículos que tenían que esperarlos afuera para trasladarlos al aeropuerto y decidieron abandonar el lugar. Una vez copado el penal debían ingresar una camioneta, dos camiones y un auto. El único vehículo que ingresó fue el auto que informó que los vehículos venían en camino hacia el penal. Mientras tanto, y para resolver el problema que se había generado se decidió llamar a taxis de la zona para que viniesen a retirar a los evadidos. Se espero un tiempo determinado y cuando se percibió que todo se iba retrasando y los transportes no llegaban, el grupo de vanguardia se fue en el único auto con el que contaban hacia el aeropuerto de Trelew para asegurar también su copamiento. Así, partieron “bastante amontonaditos” Mario Roberto santucho (ERP), Marcos Osatinsky (FAR), Fernando Vaca Narvaja (Montoneros), Roberto Jorge Quito (FAR), Enrique Haroldo Gorriaran Merlo (ERP) y Domingo Menna (ERP), integrantes de la conducción de sus respectivas organizaciones y Carlos Goldemberg (FAR), uno de los militantes que participo del apoyo externo de la fuga que los condujo hacia su próximo destino. 

     Alberto Camps, en la entrevista que le realizó Paco Urondo en el penal de Devoto el 24 de mayo de 1973, reconstruyó ese momento y los acontecimientos posteriores. “El resto de la gente se queda y sigue esperando los camiones; estos no aparecen. En el ínterin, llegan los taxis de la zona, se les hace ingresar, se reduce a los conductores. Siempre esperando los camiones, pero como no llegan se decide iniciar la retirada (…) A las 19.30 se realizaba el cambio de guardia, o sea que empezaban a llegar los celadores en reemplazo de los que estaban adentro. Esto también comprometía el tiempo de espera. Entonces se decide empezar la retirada de los tres vehículos. Para ello se respetó la lista de prioridades. Y sube un total de diecinueve compañeros (…) a esa altura los compañeros que se iban daban por fracasado el intento de una fuga masiva, que era el plan máximo de la operación (…) salen en caravana los tres autos, un Valiant y dos Falcon, que los manejaban los propios dueños, porque ninguno de nosotros conocía la ruta como para hacerse cargo del volante”. (Urondo, 2022: 59)

     Alicia Sanguinetti, militante del ERP, fotógrafa de profesión (hija de Annemarie Heinrich), fue una de las prisioneras que no pudo escapar. Tuvo que volver al penal para mantener, junto a otros compañeros y compañeras la toma del presidio y garantizar la salida del primer auto y luego de los tres remises. Respecto de aquella complicada situación, reafirma en la actualidad las percepciones que tuvo en aquella tarde: “Volvimos felices porque había sido un éxito, algunos se habían ido y otros estaban a punto. Estábamos devolviendo compañeros a la lucha. Porque nadie se fugaba para buscar una vida tranquila en el exilio sino para volver a entrar clandestinamente lo antes posible y seguir luchando por una patria socialista. Todo el tiempo estuvimos completamente convencidos de que nos íbamos todos, que sólo podía salir bien. Y de alguna manera salió. Hasta la tarde del día siguiente mantuvimos el penal tomado, después, los y las guardias habían sido cambiados por personal militar y de Gendarmería”. (Dillon, 2022: 15) 

     Cuando los prófugos llegaron al aeropuerto, el avión que ya habían abordado sus compañeros acababa de despegar rumbo a Chile. Para entonces, las fuerzas militares ya estaban alertadas del copamiento del penal – que todavía se mantenía- y del aeropuerto. Era cuestión de tiempo para que comenzaran a rodear el predio y les exigieran su rendición. Ricardo Haidar, recordaba que “nosotros, los diecinueve, estábamos armados con pistolas y fusiles FAL, municiones y cargadores en cantidad. Estábamos pertrechados con todo el armamento que habíamos recuperado del penal. En esas condiciones, estábamos atrincherados en el aeropuerto. Incluso la gente que se quedó hí se quedó por su propio deseo, no se ejerció ninguna presión para que se quedara. Posteriormente sí se exigió que se quedara un grupo, pero se fu evacuando a niños, a mujeres, a la gente de edad. Estuvimos allí cuatro horas aproximadamente. Como hasta las doce de la noche (…)” (Urondo, 2022:63)

     El Dotor en Historia, Carlos Ignacio Custer, (2018) describe lo sucedido y explica que “El traslado de los evadidos recapturados se hizo efectivo apenas pasada la medianoche, pero no hacia el penal como había sido previamente acordado. A las 23 horas el gobierno ya había decretado el estado de emergencia en las ciudades de Rawson, Trelew, Puerto Madryn y sus zonas circundantes, estando el penal aún en control de los presos amotinados que no habían logrado fugarse. Así, los diecinueve evadidos fueron subidos a un ómnibus militar y llevados a la BAAZ”. (Custer, 2018: 25)

     Haidar describió minuciosamente el nuevo recinto de detención y las condiciones en las que se encontraban: “nosotros nos entregamos en el aeropuerto de Trelew después de entregar como quince FAL y veinte pistolas, además de púas, cargadores y otras yerbas. Nos rendimos. Se nos trasladó a la Base, donde entramos en un ala del edificio de la guardia, es decir que ya estábamos dentro del recinto de la base. Una Base que está a seis kilómetros de Trelew, rodeada de un desierto de piedra. Somos metidos en calabozos con rejas, con puertas, candados y cerrojos, etc., aparte de eso teníamos un soldado frente a cada puerta. Viendo cómo entramos en relaciones con nuestros guardias que nos daban cigarrillos, al segundo día retiraron toda esa guardia. Sacaron a todos los soldados del pasillo, dejaron el pasillo libre y pusieron dos o tres armas pesadas en el extremo abierto del pasillo, donde había un hall. Allí establecen una guardia permanente. Esa guardia, que era nuestra custodia, estaba constituida por un oficial y tres suboficiales. El oficial con pistola y un puñal, el suboficial con puñal y pistola ametralladora PAM con doble cargador. Además de eso, dos fusiles FAP en posición de tiro sobre el pasillo, elevados sobre una mesa. En esas condiciones pasamos todo el resto de la semana. A partir del segundo día, se dio esa forma de situación”. (Urondo, 2022:72).

     Siete días después, en la madrugada del 22 de agosto se produjo el fusilamiento de los prisioneros cuando se los había obligado a salir de sus celdas y ponerse en fila. “Los oficiales de la Marina dispararon sobre los militantes recluidos en la BAAZ. La balacera fue una verdadera ejecución dado que todas las celdas se encontraban abiertas, los efectivos de la Marina presentes resultaron ilesos, la totalidad de los detenidos fueron alcanzados por los disparos -algunos de gracia -y doce de ellos fallecieron en el acto. Los tres presos que finalmente sobrevivieron pudieron echarse cuerpo a tierra dentro de sus celdas simulando estar muertos. Con posterioridad, otro grupo de personal de la base trasladó los heridos a la enfermería de la base. Durante largas horas, los heridos no recibieron tratamiento médico alguno, lo que precipitó la muerte de Astudillo, Bonet, Kohon y Polti. Berger, Camps y Haidar, por su parte, fueron posteriormente trasladados en avión al hospital naval de Puerto Belgrano (Bahía Blanca) donde fueron operados y recibieron un tratamiento médico adecuado. Al día siguiente, la noticia de la masacre fue difundida por los principales periódicos de circulación nacional y al igual que la fuga del penal protagonizada una semana antes fue tapa y ocupó las principales páginas de todas las ediciones, que publicaron fotos, antecedentes y datos de los muertos”. (Custer, 2008:27).

     El fusilamiento apareció, de acuerdo a los comunicados oficiales, como un nuevo intento de fuga y un ataque a los guardias del que, en defensa propia se tuvieron que defender y en consecuencia, dieciséis de los “subversivos” perdieron la vida en ese enfrentamiento armado. Sin embargo, el diario La Opinión, por ejemplo, entre otros, afirmó en su portada que “Los acontecimientos, por sus características, resultan increíbles. Sus consecuencias -apenas entrevistas por los observadores, también atónitos -pueden resultar abrumadoras.” Los sobrevivientes de la masacre estaban convencidos que lo sucedido en Trelew no había sido un hecho aislado. 

     Camps estaba convencido que “es parte de una política que alcanza en Trelew su más alto grado, o sea, que esos elementos jugaban indudablemente, no es un hecho totalmente aislado, una represión específica a la guerrilla” y María Antonia Berger sostenía que “no solamente una represión específica a la guerrilla, sino a todo un sector del pueblo, o que surge del pueblo, tratando de expresar su descontento, porque no solamente es contra la guerrilla, sino también contra las movilizaciones”. Y Paco Urondo, refrendó lo dicho por sus entrevistados y sintetizo el momento afirmando que “digamos que la masacre que se va a producir esta encuadrada dentro de una política de exterminio concreto y de intimidación a través del asesinato que produce el régimen tranquilamente desde muchos años atrás. Del 16 de junio de 1955 en adelante” (Urondo, 2022:86)  

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     Lo novedoso de lo sucedido en Trelew fue su magnitud y la pretendida legitimidad que se esgrimió sobre la perpetración del delito desde el aparato estatal constituyendo, en algún punto, un antecedente a tener en cuenta cuando se pretende de estudiar y profundizar el fenómeno político denominado “Terrorismo de Estado”. 

No hubo juicio a los responsables de los hechos referidos durante muchos años. La denuncias realizadas fueron archivadas o “se perdieron”. En 2006, se llevó adelante un proceso judicial que culminó en 2012 “con la sentencia del Tribunal Oral Federal de Comodoro Rivadavia condenando a prisión perpetua a tres marinos como coautores responsables del homicidio con alevosía de dieciséis presos políticos y tres tentativas de homicidio. Asimismo, absolvió a dos acusados de encubrimiento por el cual se los había imputado. Los magistrados consideraron al episodio como un "crimen de lesa humanidad" y, por lo tanto, imprescriptible. El 19 de marzo de 2014, un nuevo fallo, esta vez de la Cámara Federal de Casación Penal, confirmó lo resuelto por el tribunal inferior respecto de los condenados, pero anuló las absoluciones realizadas anteriormente. A 40 años de los hechos, estas sentencias vinieron a confirmar judicialmente las denuncias que en su momento impugnaron la “versión oficial” de los hechos que afirmaba que los marinos dieron muerte a los reclusos en un segundo intento de fuga por parte de estos”. (Custer, 2018: 89).

     A 50 años, el recuerdo de lo sucedido aún nos tiene amarrados porque resulta imprescindible otorgarles sentido a las ausencias. Es necesaria esta tarea porque como lo planteo Francisco Urundo cuando tomo la decisión de entrevistar, allá por 1974, a los tres sobrevivientes mientras se encontraban prisioneros en la cárcel de Devoto “Hay hechos trágicos, como toda situación difícil que se vive que tienen una limpieza muy grande. No hay ornamentaciones, en los hechos realmente trágicos. No necesitan ningún tipo de énfasis, especialmente cuando se ha vivido lo que ellos. Su relato tiene esa característica, esa sequedad o austeridad, de las verdaderas tragedias que, más que individuales, son tragedias colectivas”. (Urondo, 2022: 101)

     Esto se ha tratado de hacer en estas páginas que se han escrito: se ha intentado recuperar algunas tragedias individuales, volverlas colectivas y donarlas a los y las lectoras. Porque “hacer memoria colectivamente es más que compartir un patrimonio de experiencias. Nuestros recuerdos reproducen o transforman los sentidos del pasado, y al mismo tiempo tienen el poder de transformar las condiciones que harán (o no) posibles nuevos procesos de significación. Esta es una de las cualidades que otorgan a la memoria su carácter de subversión, su poder de romper los límites establecidos por las versiones hegemónicas del pasado”. (Vinyes, 2009: 153) 

Referencias bibliográficas

Bernetti, Jorge Luis (1983). El peronismo de la victoria. Editorial Legasa. Buenos Aires.

Custer, Carlos Ignacio (2018). Reconsiderando la masacre de Trelew. Entre el ocaso de la Revolución Argentina y la institucionalización democrática. Revista Izquierdas. N° 43. Santiago de Chile. 

Dillon, Marta (2022). Masacre de Trelew: el emotivo regreso de los ex - presos políticos a la cárcel de Rawson 50 años después. Diario Página 12. 22 de agosto de 2022.

Frugoni, Fernando y Vaca Narvaja, Gustavo Adolfo (2002). Fernando Vaca Narvaja, con igual ánimo. Pensamiento político y biografía autorizada. Editorial Colihue. Buenos Aires. 

Novaro, Marcos (2021). Historia de la Argentina. (1955-2020). Editorial Siglo XXI. Buenos Aires.

Ollier, María Matilde (1986). El fenómeno insurreccional y la cultura política. (1969-1973). CEAL. Buenos Aires.

Urondo, Francisco (2022). La patria fusilada. FCE. Buenos Aires.

Vinyes, Ricard (ed.). 2009. El Estado y la memoria. Gobiernos y ciudadanos frente a los traumas de la historia. Editorial del Nuevo Extremo. Barcelona.

Profesora de Historia y Educación Cívica. Licenciada en Historia. Diplomada en Ciencias Sociales. Especialidad: Sociología (FLACSO). Postitulada en Investigación Educativa de La Universidad Nacional de Córdoba. Postitulada en “Formador Superior en Investigación Educativa” Instituto Superior del Magisterio nº 14- Ministerio de Educación de la Provincia de Santa Fe. Postgrado en “Nuevas Infancias y Juventudes”, UNR/UNL/UNER. Doctorando en Educación Superior en la UNR. Docente en escuelas medias de la provincia de Santa Fe, en las escuelas preuniversitarias de la UNR, en institutos superiores de formación docente y en posgrados y postítulos afines a la titulación. Capacitadora en distintos proyectos de fortalecimiento de la función docente en la jurisdicción provincial y en programas de capacitación de carácter nacional. Publicación de diversos artículos inherentes a la especialidad en revistas especializadas. Jurado de concurso de Titularización en el Nivel Superior de la Provincia de Santa Fe (2018-2019).   

 

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